miércoles, 12 de noviembre de 2008
“Lo mejor de este viaje es que me acompañas tú”, es lo que muy sonriente y dulce me dijo mi mamá cuando pasamos el fin de semana en uno de esos viajes que se hacen en grupo. Aunque ella se sentó junto a su amiga Blanca y yo junto a mi nueva amiga Liz, en todo el viaje íbamos juntas, cerca. Estuvimos en León, Guanajuato; Villa Hidalgo y en San Juan de los Lagos, Jalisco. Probamos atole de maíz, tamales, tacos de birria, y demás…pero lo más rico fue presenciar ese lado feliz de mi mamá, esa parte de ella que se llena de energía con la idea de ser libre, ese brillito de sus ojos cuando elije, decide, actúa conforme a tu antojo. Ver a una mujer que creo conocer y que en el fondo se que no conozco nada de lo que es capaz. Y pasaban las horas en la incomodidad del asiento, y yo pensaba qué estará pensando mamá, qué es lo que quiere, qué me oculta, qué va a hacer, qué piensa, porqué se calla, de qué habla con Blanquita… entre otras cosas. Y pensaba en lo que me decía Liz, de meditar imaginado estar en el vientre de mi madre, imaginar los sonidos, la oscuridad, la sensación de bienestar, de flotar, de tranquilidad…y veía a mi madre adelante y pensaba en imaginar que dentro de ella también pudiese estar dentro de su mente, un rato, aunque sea un rato…y entender muchas cosas…
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