“En señal que te vas
vas dejando
tu orgullo detrás
pero quieres hablarme
yo no se para qué
si me vas a dejar.
Tú tenías el amor
y lo fuiste
a entregar por ahí
y la muerte que un día
para ti querías
me la das a mí.
Pero habla, habla, habla
Hasta que quedes
Vacía de palabras
Más si quieres
que hablemos
de amor
Vamos a quedarnos
callados
Luego en la intimidad
sin complejos
del bien ni del mal
Y en tu pelo travieso
que peinan mis besos
irá la señal.”
Alvaro Carrillo
¿Cuál es mi relación con la muerte? Cuánta lluvía. Hace un par de horas me llamaron para avisarme de golpetazo que Rafael Ramírez Heredia había muerto. Iba conduciendo, dije ¡¿Qué?! Orillé el auto al espacio disponible más cercano. No me vino a la cabeza pensar esas cosas de “a todos nos tiene que ocurrir”, “descanse en paz”, “así tenía que ser algún día”, o qué se yo cosas que se piensan con resignación. No me vino a la cabeza nada de eso. Sentí un breve vértigo. Un silencio. Y luego ahí me tuve que quedar un rato, porque mis ojos no podían ver claro con tanta lluvia que traían dentro...Escribo y siento. Necesito decirlo ahora, quizás pasen muchos años o nunca llegue el día en que vuelva a retomar este momento de vacío. Traigo en mi cabeza un collage de imágenes de todo lo que se relaciona con Rafael. Esa canción de Alvaro Carrillo es la que Rafael solía cantar hace al menos ocho años en el Bar El Reforma con los tríos que siempre están ahí y que hasta hace unos días volví a ver y volvieron a despertar la voz de Rafael en mi memoria. Rafael era mi amigo, llegó a ser mi confidente, mi consejero, lo pierdo a él y pierdo un pedazo de mi. Podría decir muchas muchas cosas de todo lo que sentí por Rafael y lo que siento ahora. Cosas muy bellas. Que describirían desde su porte al caminar, el caballero que era, sus manos pequeñas lisitas, su timbre de voz, y cosas que solo las personas que lo llegaron a tratar podrían reconocer.
Pero no quiero hacer este post largo. Concluyo: No soporto que la gente se muera. No tengo la capacidad de visualizar el espacio que deja su ausencia en mi. No puedo hacerme a la idea, no deseo que se muera nadie, no me resigno, no me gusta perder fragmentos de mi bajo esa tierra que sepulta a mis muertos. Aún no supero la muerte de mi abuela Carmelita, ni la de Andresito Huerta, ni la de mi tío Chemita. Escribo y siento. Todavía me hace falta el afecto mi tío Sergio, extraño un abrazo del doctor José Pablo, me duele la imposibilidad hasta de no poder conversar otra vez con Juan O´neill, o abrazar a la chiquitita de mi tía María. Admiro las festividades del dos de noviembre, pero no me gusta la muerte, para mi no hay fiesta. No puedo. Quiero que todos sean eternos. Tengo ganas de pedirle a toda la gente que quiero que no se muera, de exigirles que no me dejen huecos de estos. Sigue lloviendo. No me imagino la ausencia de Rafael, nomás no me la imagino.