Vivía en el jacuzzi. Llegó a pasearse por el closet, y varias veces fue descubierta adentro de los cajones del peinador, despúes de inmediato se lanzaba a la carrera de llegar a las rendijas que tapaban el pozo oscuro a un lado del jacuzzi.
Una vez la vi asomarse por el cajón, y de nuevo correr por toda la orilla del azulejo, por toda la esquina del jacuzzi. Se volvió descarada, salia cuando veiamos tele, cuando apenas entrabamos al cuarto, cuando apenas apagabamos la luz para dormir (al instante escuchaba un ruido y prendia la luz y era ella corriendo al lado negro del jacuzzi.
No sabía como matarla, ¿cómo? ¿Con las clásicas trampas esas que las despanzan y apachurran? ¿Con una pegatina de esas que se quedan pegadas cuando quieren comer y luego chillan y chillan? ¿Con veneno en la comida para que luego se muriera no se dónde y oliera a difuntita rata? Nose, yo solo tenía total incomprensión, cómo es que sentía tanta repulsión hacia un roedor, cuando nos preparan psicológicamente desde la infancia para quererles: Mickey Mouse, el ratón Vaquero, etc. Y luego lo más reciente Ratatouille que hizo que se compraran miles de ratitas como mascotas en todo el mundo. Guac. Mi hermano llegó a tener un hamster y nunca senti deseos ni siquiera de mirarlo.
Entonces la gota que derramó el vaso fue que la ratita quiso ser mi amiga. Un día sentada en mi cama escuche ruidos, y mírala ahí va corriendo de nuevo por la orilla del jacuzzi, ahh, pero antes de meterse a su casa ahi abajo, se detuvo, se viró al frente, y se me quedó mirando. Yo también me le quedé mirando. Me puse a observar lo delgadilla y larga que era su cola, lo gris de su color, su tamaño, y luego pense: ¡qué atrevida mirarme a mi! Y despacito, ya sin prisas se metió entre las rendijas. Me quedé pensando de nuevo en todas las opciones que tendría para matarla. En trampas complicadas, en venenos, en jaulas, qué se yo. Y luego que la veo venir hacia mi, donde yo estaba en la cama, con una soltura, ¡Ahh! ¡A saludarme! ¡Ni madres! Esto si que no. Y la ingenua se regresó muy sorprendida yo creo. Pero qué esperaba la tontuela que le diera de comer en la boquita. Lo siento.
Yo sólo estaba piense y piense en como la iba matar y no podía pasar de esa noche, porque ya me habían sentenciado que orinan todo, que arruinan ropa, zapatos, que anidan, etc. Y ese lugar donde vivía se me hace perfectísimo para una familia de roedores...
Ya unos días antes le había comprado unos terrones de veneno especial para ratas. Fui por la cajita, dije, mientras me decido al menos leo las intrucciones. Las leí y decía que tardaban de dos a cinco días en morir. La cajita tenía cuatro terrones rojos de veneno. Había que ponerle uno diario hasta que desapareciera. Eso hice. Puse un cuadrito al borde del jacuzzi. Al día siguiente ya no estaba, por las noches le puse su cuadrito hasta que se me acabaron.
Ya no apareció. Un día olío medio raro. Pero luego mamá me dijo que se secan ya muertas.
Ahora sí duermo bien.
Una vez la vi asomarse por el cajón, y de nuevo correr por toda la orilla del azulejo, por toda la esquina del jacuzzi. Se volvió descarada, salia cuando veiamos tele, cuando apenas entrabamos al cuarto, cuando apenas apagabamos la luz para dormir (al instante escuchaba un ruido y prendia la luz y era ella corriendo al lado negro del jacuzzi.
No sabía como matarla, ¿cómo? ¿Con las clásicas trampas esas que las despanzan y apachurran? ¿Con una pegatina de esas que se quedan pegadas cuando quieren comer y luego chillan y chillan? ¿Con veneno en la comida para que luego se muriera no se dónde y oliera a difuntita rata? Nose, yo solo tenía total incomprensión, cómo es que sentía tanta repulsión hacia un roedor, cuando nos preparan psicológicamente desde la infancia para quererles: Mickey Mouse, el ratón Vaquero, etc. Y luego lo más reciente Ratatouille que hizo que se compraran miles de ratitas como mascotas en todo el mundo. Guac. Mi hermano llegó a tener un hamster y nunca senti deseos ni siquiera de mirarlo.
Entonces la gota que derramó el vaso fue que la ratita quiso ser mi amiga. Un día sentada en mi cama escuche ruidos, y mírala ahí va corriendo de nuevo por la orilla del jacuzzi, ahh, pero antes de meterse a su casa ahi abajo, se detuvo, se viró al frente, y se me quedó mirando. Yo también me le quedé mirando. Me puse a observar lo delgadilla y larga que era su cola, lo gris de su color, su tamaño, y luego pense: ¡qué atrevida mirarme a mi! Y despacito, ya sin prisas se metió entre las rendijas. Me quedé pensando de nuevo en todas las opciones que tendría para matarla. En trampas complicadas, en venenos, en jaulas, qué se yo. Y luego que la veo venir hacia mi, donde yo estaba en la cama, con una soltura, ¡Ahh! ¡A saludarme! ¡Ni madres! Esto si que no. Y la ingenua se regresó muy sorprendida yo creo. Pero qué esperaba la tontuela que le diera de comer en la boquita. Lo siento.
Yo sólo estaba piense y piense en como la iba matar y no podía pasar de esa noche, porque ya me habían sentenciado que orinan todo, que arruinan ropa, zapatos, que anidan, etc. Y ese lugar donde vivía se me hace perfectísimo para una familia de roedores...
Ya unos días antes le había comprado unos terrones de veneno especial para ratas. Fui por la cajita, dije, mientras me decido al menos leo las intrucciones. Las leí y decía que tardaban de dos a cinco días en morir. La cajita tenía cuatro terrones rojos de veneno. Había que ponerle uno diario hasta que desapareciera. Eso hice. Puse un cuadrito al borde del jacuzzi. Al día siguiente ya no estaba, por las noches le puse su cuadrito hasta que se me acabaron.
Ya no apareció. Un día olío medio raro. Pero luego mamá me dijo que se secan ya muertas.
Ahora sí duermo bien.