Sí me entró cierta nostalgia por aquellos días en que estando en México participaba en actividades relacionadas con el dos de octubre, que no se olvida, que es viva cicatriz del pasado político de México. También me sentía mal. Dormí mucho, sentí que una depresión lentamente me corría por las venas. No tenía hambre, no podía pensar, no me podía mover, como aquellas veces que me quedaba hasta un fin de semana entero encerrada entre cuatro paredes que me protegian del invierno canadiense.
Pero aquí no hay invierno todavía, no se qué me sucedió. Me engarroté o no se. Me aliviané ya mas tarde hablando por telefono con mi familia, luego con Napo. La culpa la tiene mi vaquero.
Todavía sigo aquí, esta semana ya le va a tocar a Alburque...