lunes, 19 de febrero de 2007

Mi sitio

Cuando la tierra interpuesta eclipsa mis circunstancias
la luz que me rige proyectada e ilusoria transparenta todas mis ausencias.

Alvaro Ruíz


Dime algo: ¿hace cuánto tu pasado se registra en años y no en momentos? Desde hace cuánto que lo hago así, y cada vez que mi memoria retrocede, el año se interpone para clasificar ese instante, ya casi tan borroso e impreciso que lo único que aparentemente le da valor son los cuatro números que sellan la edad. Para mí, los años se marcaron a partir de mi partida a Canadá, hablando de años en 1998. Antes de ese año, no hay sentido del tiempo, toda memoria es aproximadamente a una edad. Años y mudanzas. La única manera de organizarme el pasado. También la única manera de sentirme cada vez más ausente (y de sentir el miedo de organizar: vivos y muertos).

Muchas situaciones de mi vida actual me señalan todo el tiempo que no estuve aquí y que sigo sin estarlo. Todavía no respondo, no reacciono. Sigo lejos. Me esfuerzo en que no sea así. Tal parece que me obligo día a día a crear ambientes, habitats, compromisos, relaciones y situaciones que me persuadan de que estoy en el lugar indicado, de que estoy donde quiero estar. Además, de que estoy donde muchas personas quieren que esté. Lo cierto es que gran porcentaje de mis días los vivo negándome, ocultándome a mí misma la verdad: no encajo aquí. Quizás me precipito al afirmarlo, puede ser muy pronto. Apenas y se cumplirá un año desde mi regreso. Meses en los cuales he tenido dos trabajos, tres fracasos sentimentales, viajes, una beca, miedos, depresiones, kilos de más y de menos, etc. Todo demasiado rápido y compacto, intenso y con la amenaza de que falta mucho para que mi ritmo de vida de un giro. Creo que este año que recién cumpliré en México no es más que la continuación de lo que comenzó en el 98. Una peregrinación de espacios que sigue un caminito sin letreros. Una reiteración de ausencias. Un semillero de miedos.
A pesar de reconocer mi descontento al sentirme extranjera en mi propia tierra y a veces nativa en tierra ajena, todavía me queda guardado un poquito de optimismo para no rechazarme y rechazar lo que tengo y he conseguido hasta ahora en este lugar. Amo a mis padres, al resto de mi familia. Amo las oportunidades que tengo para equivocarme. ¡Qué dulce es equivocarse! y rodar y rodar rodar...deseando no cesar nunca de estar ausente y jamás perder la ilusión de eclipsar hasta causar ceguera.