viernes, 16 de marzo de 2007

a Tijuana

(un día antes de la boda)

Días atrás comencé esta carta.

Solo quiero que leas el final.

El preludio para amarte está hecho de silencio,
astilla.

Esta carta esta hilvanada de quietud fetal,
de espera y movimiento.

Nacerás castigada por mi sed.
Cada una de estas líneas es una cicatríz de flama.

Quiero tenerte como mi mujer.

Nube enfrascada en dosis de tormenta.


Lo sé.
Eres hermosa.

Voy a confundirte con la muerte.

Dolerá morir de un beso,
así como el nacimiento de la hoguera.

Seré cadáver embalsamado con tu arena.

Me sellará una lápida de pechos tallo vientre


Sin flores

Sin color

Sin música

Sin frío

Será el mejor de los entierros sin tu ausencia.



Eres mi palabra en las entrañas del aire.

Sirena deshidratada
recibes mi lengua como cascada al estanque.

Deseo todas tus letras en mi boca,
escurriéndome en el pecho.


Es un náufrago en tus aguas esta carta

No soy papel

Ni voz

Ni montaña

Ni agua soy

He dejado de ser hombre
para convertirme en el adarce de tu playa.


Así es,
me he reducido al inmenso adarce que llega a ti.


No te engañes. Amor,

Moriré.

Nacerás de la inquietud de mis manos.


Te crecerán unas alas rojas y brillantes,

y anidarás en mis montañas.


Sola vas a crear tu propio mar en la tierra que te ofrezco.


Y voy a ser un muerto a tu antojo.


Rodará mi cabeza en tu nuevo palacio.


Así es,
yo soy ese náufrago reducido a ser tu espejo.

El eco de mi amor es esta carta.

Eres mi única palabra, muerte.


(escribí este texto el día de hoy y también lo leí el día de hoy en la casa de la cultura. Tal y como se fuera un vestido de novia que se usa solo una vez, un ratito. No se si algún otro día le pueda quedar. Por eso decidí, al menos compartirlo contigo, así)