viernes, 17 de febrero de 2006

La tentación de olvidarme quién soy


O de olvidarme de mí. O de olvidar. He estado repasando frases en mi memoria. Frases que habitaron en mi mundo alrededor de tres años. Palabras códigos. Canciones marcadas. Expresiones espontáneas de gran lucidez. Un compañerismo que logré aprender a vivir. Una convivencia que sigo pensando fue única y nunca más volveré a experimentar precisamente por lo extraordinaria, a pesar de que hubo el lado oscuro. Un tiempo estuve en calidad de negación, de zombie. En mi cerebro había un switch del lado de “no recordar”. Aparenté estar bien, cuando la verdad es que me estaba calcinando mi fracaso. Descubrí que yo misma diseñé mis fantasias para camuflajear lo que me sucedía. La historia del vaquero, por ejemplo, la viví...pero fue irreal...Era simplemente volver a mi estatus de exigir entera libertad. Como después pasó con Nico, hasta la fecha. Y estuve a la defensiva contra mis recuerdos, no importa si eran buenos o malos. A principios de diciembre se me vino el mundo encima. El tener tiempo para mí y mi soledad, después de que los meses anteriores fueron de mucha actividad sin descanso, hizo que reflexionara muchas cosas que de golpe me noquearon. Luego me fui a Virginia por todo ese tiempo, después casi recién llegada tuve a mi madre y a mi hermana conmigo, y a la semana a mi amiga Yamín...y tanto ajetreo ahuyentó la crisis. Durante ese tiempo ningún recuerdo me albergaba, regresé a la etapa de negación, de no querer reconocer nada. Ahora que ha vuelto la calma de nuevo me han asaltado inquietudes. El insomio me corroe la memoria. Tengo un nuevo trabajo que me llena de dudas y expectativas...mi último trabajo en este país. Y llevo varios días sin ánimos de moverme, sin hambre. Me he puesto alegre por cosas, y la alegría se me desvanece en cuestión de segundos. Estoy triste. Confundida. Necesitada. Sola. Y muy muy lejos de aquí, casi cerca del África está mi futuro que promete ser bueno. Pero no logro aún superar ciertas cosas que a veces ya no puedo disimular y a veces me dan ganas de asaltar una farmacia y robarme todo el medicamento disponible, no para dejar de vivir, si no para no estar como enferma.
Siempre que hay un lado negativo hay uno positivo, o muchos positivos. No soy tan derrotista, aunque quisiera simplemente no saber de mí un buen rato.